. . . Y en vez de poner la carta en su cuaderno, me comí la misma y pedí disculpas por haberle dicho que buscara entre sus papeles al llegar a casa. Le dije que todo era una equivocación.
. . . Y en vez de escribirle que era muy linda al pensar eso de mí pero que no podíamos estar juntos, le dejé claro que sí quería intentar algo con ella, que estaba urgido de alguien y que me gustaría que algo pasara entre los dos. Mejor aún: jamás en la vida le quise responder.
. . . Y en vez de abrir la Biblia aquella noche, me dije a mí mismo que todo aquello que sentía eran temores infundados, y volví a la cama y dormí en paz hasta el día siguiente.
. . . Y en lugar de trabajar, estudié hasta morir.
. . . Y en lugar de buscar por internet al amor de mi vida, me dediqué a ver mucha pornografía.
. . . Y en lugar de tener un hijo, tuve un hijo quizá después.
. . . Y en lugar de jurar amor, me fumé un cigarrillo.