Un sol acariciante, también abrasador.
Un árbol refrescante, también agresor.
El hermoso río
Pudo haberme matado de frío.
Las sublimes montañas
Querían perderme en sus entrañas.
¡Y aquellos preciosos seres,
Menos sonoros que caída de alfileres!
Sus fauces, sus garras, sus venenos
Provocaron miedo hasta en mis tuétanos.
Abandonamos parte de nosotros.
Ahora queremos volver
Al hogar que ocupan otros
Y que muchos siquiera saben ver.
Guillermo García G.
ta pichuo!
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