domingo, 30 de agosto de 2009

Mundo

Pues así como hay amanecer

Para buenos y malos,

Hay también anochecer

Para todos los que en la vida viajamos.

Caminos llenos de obstáculos;

Elegir entre el bien y el mal.

No hay certeros oráculos

Que predigan si al morir habrá una prueba final.

¿En qué gastamos nuestros esfuerzos?

¿En un viaje sin sentido?

No parece haber apremio

Y no se encuentra distinción entre el sabio y el necio.

En fin, me iré sólo,

Y a pesar de que consiga ser sabio

Y viva más que cualquier otro,

No entenderé el funcionamiento ni razón de este mundo.


Guillermo García García

martes, 18 de agosto de 2009

Uno pequeño

Y se levanto,
Se vio al espejo y dijo:
!Oh gente que cree que uno es pequeño!
Sintió el frío gris de la polvora por su cuerpo,
jalo el gatillo,
y la bala q le traspaso,
le traspaso mucho mas que el cerebro,
le traspaso el alma...

Poet

I want to walk through you,

Hear your different voices,

Feel your warmth or coldness.

I want to see what you want to show;

Even though, I know that I can’t see

Through your eyes.

I want to understand, to learn,

And also create my own world.

I want to live each line,

Touch every symbol,

Be part of that message.

I just want to live in the poem.


Guillermo García G.

Gris Borroso

Todo es tan fugaz.

Veo más gris

Que otros colores.

El futuro lo veo borroso,

Y el pasado, también borroso.

Y ese lapso entre los dos

Llamado presente es borroso

También.

Mi color favorito es el gris

Al igual que mi comida

Y actividad predilectas.

El mismo color gris es

Borroso.

Borroso del blanco y el negro.

Como el tiempo, enredado

Entre lo que fui, lo que soy,

Y lo que seré.

Es gris también.


Guillermo García G.

domingo, 16 de agosto de 2009

Mes de Aguaceros

En aquella noche de octubre, la única del mes en la que no llovía, Ernesto yacía en su cama tan flácido, tan pálido, tan inerte que parecía más el cubrecamas que una persona de carne y hueso.

Respiraba con una suavidad y lentitud casi imperceptible para el oído humano. Parecía muerto, y eso mismo quería ser. Era el tiempo aun más relativo en su mente y el recuerdo de su tío Gabriel le acosaba. “¿Por qué en ese momento de su vida su tío llegaba a jugar un papel relevante?”, pensaba hipócritamente, como si de verdad ignorara la respuesta. Lentamente volvió a ver al costado derecho de la cama y notó a un niño sosteniendo un vaso con agua. Cerró los ojos menos por el susto que por contener las ganas de llorar. Cuando los abrió, no vio al niño, pero dejó salir las lagrimas. “Mi tío de verdad tenía porque matarse”, concluía por treceava vez. Ernesto odiaba a su tío Gabriel por su egoísmo y desconsideración, pero más se odiaba a si mismo por envidiarlo. “El por SIDA y yo por un corazón roto… vaya maricon”. Sus ojos, las únicas partes su cuerpo sin lugar para tumbarse encontraron la mal colocada revista científica encima del pequeño closet, ya casi apunto de caerse. “Recuerdo esa revista… era sobre los sueños”, se dijo en uno de esos grupitos de segundos no depresivos. “¿No será todo relativo como en un sueño?... talvez todo esto represente solo cinco minutos de penumbra en mi vida real. Quizás todo mi sufrimiento es por un brazo o una pierna dormida”. Subió la mirada y observó el crucifijo de madera: “será todo entonces un juego de Dios. Será él el árbitro de una competencia de supervivencia. ¿No es entonces el suicida el jugador más astuto, el que se retira de una competencia parcial?” se levantó entonces con arrebato y caminó sin cavilar hasta la cocina. Chocó contra la mesa y escuchó algo caer. Encendió la luz para ver el objeto. Era el periódico de ese día. Lo recogió por costumbre y también por costumbre leyó sus titulares: “Mes de Aguaceros, Record de Lluvias”. “Ya está desactualizado”, murmuró. Al leer el segundo titular, algo adentro le gruñó: “Preocupante ola de suicidios, un muerto cada día de octubre”. Sus ímpetus ya flaqueados emergieron de nuevo. Tomó un vaso y llorando lo llenó con agua. Agarró un puñado de pastillas y las tragó bruscamente.

Una soñolencia le siguió a un dolor tan original como indescriptible. Un torrente de sangre a su cerebro, un tambor como corazón, una explosión de nervios, y un alivió contradictorio. En tres segundos la relatividad de los sueños se hizo presente otra vez. Ernesto revivió aquel momento de su vida que nunca le abandonó por completo. Recordó tan vividamente, como el día en que ocurrió, cuando Gabriel le pidió un vaso con agua y en frente de él tragó 25 cápsulas. “Tu tío esta muy enfermo”, le dijo casi como disculpándose. Y a la vez que moría Ernesto, lo hacía asimismo Gabriel en su sueño.

Inmediatamente comenzó a llover.

sábado, 15 de agosto de 2009

Seguridad

¿Seguridad?

Pensaste que hoy

La fresca lluvia de setiembre

Reviviría tu espíritu

Pero al final una sequía

Hizo pedazos tu ánimo.


Le dijiste todo a esa persona

Que abrazaba tu alma con palabras.

La misma boca destrozo tu corazón

Y secó tu confianza.


¿Seguridad?

Hoy lo tenías;

Mañana; se fue por cuenta propia.

Creías que lo conocías

Pero no era cierto.

Creíste que nada arruinaría

Tu día.

Pero el comentario más inofensivo

Derribó las últimas defensas de tu ser.


¿Seguridad?

¿Seguridad de qué?

¿De que la vida te pagaría?

¿De que la vida les cobraría?

¿De que él transmitía

Por la misma frecuencia que tú?


Inseguridad

Porque así es el mundo.

Porque así soy yo.

Y fundado sobre una insegura roca,

Tambaleante en un risco,

Viviré.

Guillermo García G.

jueves, 13 de agosto de 2009

A Usted me Dirijo

Me dirijo a aquél que dijo:

“La alegría es el perfume de la vida.”

¿Acaso ese perfume se vende en frascos?

¿O tal vez sea como el aroma de las plantas?

Al fin y al cabo los dos se agotan.

Y cuando el contenedor se quiebra

O la flor es cortada

¿Debo comprar otro perfume

O sembrar otra planta?


El perfume se usa para

Esconder el mal olor.

¿Usamos de igual forma la alegría

Para esconder el dolor?

¿O como las plantas, nos

Vestimos en esencias para

Atraer a alguien que nos polinice?


¿Es entonces la alegría

Una máscara o una

Manera de llamar la atención?


A veces la fragancia empacha

Y se convierte en un hedor

Que sólo nosotros mismos

Percibimos.


Guillermo García G.