domingo, 16 de agosto de 2009

Mes de Aguaceros

En aquella noche de octubre, la única del mes en la que no llovía, Ernesto yacía en su cama tan flácido, tan pálido, tan inerte que parecía más el cubrecamas que una persona de carne y hueso.

Respiraba con una suavidad y lentitud casi imperceptible para el oído humano. Parecía muerto, y eso mismo quería ser. Era el tiempo aun más relativo en su mente y el recuerdo de su tío Gabriel le acosaba. “¿Por qué en ese momento de su vida su tío llegaba a jugar un papel relevante?”, pensaba hipócritamente, como si de verdad ignorara la respuesta. Lentamente volvió a ver al costado derecho de la cama y notó a un niño sosteniendo un vaso con agua. Cerró los ojos menos por el susto que por contener las ganas de llorar. Cuando los abrió, no vio al niño, pero dejó salir las lagrimas. “Mi tío de verdad tenía porque matarse”, concluía por treceava vez. Ernesto odiaba a su tío Gabriel por su egoísmo y desconsideración, pero más se odiaba a si mismo por envidiarlo. “El por SIDA y yo por un corazón roto… vaya maricon”. Sus ojos, las únicas partes su cuerpo sin lugar para tumbarse encontraron la mal colocada revista científica encima del pequeño closet, ya casi apunto de caerse. “Recuerdo esa revista… era sobre los sueños”, se dijo en uno de esos grupitos de segundos no depresivos. “¿No será todo relativo como en un sueño?... talvez todo esto represente solo cinco minutos de penumbra en mi vida real. Quizás todo mi sufrimiento es por un brazo o una pierna dormida”. Subió la mirada y observó el crucifijo de madera: “será todo entonces un juego de Dios. Será él el árbitro de una competencia de supervivencia. ¿No es entonces el suicida el jugador más astuto, el que se retira de una competencia parcial?” se levantó entonces con arrebato y caminó sin cavilar hasta la cocina. Chocó contra la mesa y escuchó algo caer. Encendió la luz para ver el objeto. Era el periódico de ese día. Lo recogió por costumbre y también por costumbre leyó sus titulares: “Mes de Aguaceros, Record de Lluvias”. “Ya está desactualizado”, murmuró. Al leer el segundo titular, algo adentro le gruñó: “Preocupante ola de suicidios, un muerto cada día de octubre”. Sus ímpetus ya flaqueados emergieron de nuevo. Tomó un vaso y llorando lo llenó con agua. Agarró un puñado de pastillas y las tragó bruscamente.

Una soñolencia le siguió a un dolor tan original como indescriptible. Un torrente de sangre a su cerebro, un tambor como corazón, una explosión de nervios, y un alivió contradictorio. En tres segundos la relatividad de los sueños se hizo presente otra vez. Ernesto revivió aquel momento de su vida que nunca le abandonó por completo. Recordó tan vividamente, como el día en que ocurrió, cuando Gabriel le pidió un vaso con agua y en frente de él tragó 25 cápsulas. “Tu tío esta muy enfermo”, le dijo casi como disculpándose. Y a la vez que moría Ernesto, lo hacía asimismo Gabriel en su sueño.

Inmediatamente comenzó a llover.

3 comentarios:

  1. Solís, Solís, Solís!
    Mae, felicidades!
    Una pieza de literatura así es de celebrarse!
    Mae que limpiada!
    En serio mae, vea a ver como publica esto.
    Es realmente excelente!
    Con mi humilde e inexperta opinión: La extensión perfecta, las palabras, mae me transporto a la historia, las imágenes son geniales, el tema, simbolismo, nombres. Muy bien pensada!
    Y más que eso, su talento y esencia la hace distinguirse!

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  2. Muchas Gracias! Creo q esta es la primera vez q publico un cuento aqui, y es muy grato ver q lo reciban asi. Gracias Memo

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  3. Mae que increible esta este post Solis... bueno, perdon... no es un post, es una obra de arte... que rajado mae en serio mis respetos!!!

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