Relato De Un Tipo Que Se Regalaba A Si Mismo

En algún momento de su corta vida, Enrique se sintió solo, muy solo. Y lentamente, tanto que ni él mismo llegó a darse cuenta, comenzó a envolverse en papel regalo y de su cabeza brotó un moño rojo. Tiempo después, conciente de su situación, y sin saber que hacer, quiso sacarle provecho. Así que tocó a la puerta de la casa de Kattia y ella lo recibió como un niño de cinco años en navidad a un suéter tejido. Con acentuado despecho, Enrique rebotó hacia donde Lauren, y de igual forma fue rechazado. Y su caso se repitió con Marisela, Andrea, Melissa, Magaly, Karla, Alejandra y la otra Andrea, quien, inclusive, rompió el papel para ver si habían más sorpresas adentro. Andaba entonces, después de muchos meses, con nuevas tiras de cinta adhesiva, y un dibujo penoso en su cara. Pero un día de tantos se hartó y se arrancó el papel regalo, y de su corazón, casi tan arrugado, sus creencias sobre el amor y las relaciones afectivas. Y desde entonces ha andado por el mundo, de cama en cama, siempre con una boca que besar, un muslo que acariciar, unos pechos en los cuales reposar. Firme, seguro, y feliz, envuelto con su propia piel, y todavía con aquel moño… pero no en su cabeza, sino en su entrepierna.